Un paisaje urbano insólito, una constelación de grupos solidarios.
El barrio de San Jerónimo de Sevilla se caracteriza por un tejido urbano, social y cultural heterogéneo, cuya variedad y expresividad se extiende a todas las facetas de la vida cotidiana: la vegetación, las fachadas, los pavimentos, los utensilios, la vestimenta, la música, las lenguas. Quien toma su tiempo para explorar el lugar enseguida descubre una constante que pauta su paisaje fragmentado y diverso: la existencia de múltiples núcleos de solidaridad y afecto, habilitados por las asociaciones que operan dentro de los dos centros cívicos del barrio y en una serie de locales distribuidos, de forma casi imperceptible, en la trama urbana que los rodea. Su labor incluye actividades solidarias como la recogida de ropa y alimentos, sociales como la prevención de la drogradicción, culturales como la danza, la música, el arte o la ornitología, y redes de apoyo entre colectivos migrantes como los senegaleses, con gran presencia en el barrio. Siempre abierta y en medio de un espacio deslavazado, la monumental puerta de “La Francesina” parece simbolizar ese deseo del barrio como una gran casa compartida, solidaria y abierta, que todos sostienen y representan.
Dentro y fuera…
Los días 22 y 27 de diciembre celebramos sendas jormadas de convivencia y puertas abiertas con la involucración de doce asociaciones y colaboradores cercanos a las mismas; nueve de estos locales abrieron al unísono y de forma extraordinaria sus puertas a la ciudad, acogiendo múltiples actividades. La inauguración marca el comienzo de un proceso de sociabilización de estos espacios, mediante un intenso programa de actividades, ideado y desarrollado por las asociaciones involucradas, que fueron cosiendo y cruzando estos lugares con las calles en sendas jornadas temáticas de puertas abiertas.
Gincanas para los más jóvenes, rutas guiadas por las asociaciones, exposiciones en el interior de algunas de ellas, murales colectivos como homenaje a la solifdaridad y la interculturalidad, juegos, canciones y cuentos del mundo, talleres contra la xenofobia, comidas interculturales y una chocolatada solidaria son algunos de los acontecimientos con los que estos grupos celebraron, junto con los vecinos y con la ciudad, sus tesoros socio-culturales. Iluminación, puertas abiertas y profusión de actividades son las claves de una estrategia que busca crear un interfaz comunicativo entre asociaciones y ciudad, asi como reforzar las sinergias que ya existen entre estos grupos y favorecer nuevas cooperaciones.
Amplificadas con luz, las puertas salen del anonimato.
Tomando prestada la palabra senegalesa “teranga”, que en este país define la hospitalidad característica de su cultura, la intervención toma el motivo de la “puerta abierta” como un símbolo que, repetido, crea una nueva identidad de San Jerónimo, basada en la excepcionalidad de su rico tejido asociativo, ahora visible como fenómeno extenso y motivación compartida. Al anochecer, enmarcadas en hilos de luz, varias de las puertas de los locales salieron del anonimato al surgir poco a poco en la oscuridad, ayudándonos a comprender así la magnitud de este rico y silencioso paisaje socio-cultural mientras lo recorremos. Engalanadas con trazos luminosos, las puertas anónimas de las asociaciones revelan y amplifican su presencia en el espacio público. Unas puertas remiten a otras y se reflejan en la monumental Francesina, sugiriendo una nueva lectura del lugar, basada en la riqueza de su tejido socio-cultural. Los marcos dejan ver a su través la realidad del paisaje urbano, haciendo que las puertas silenciosas transmitan a quien las busca la realidad, tan hermosa como dura, de San Jerónimo.
Alianzas inesperadas y un invernadero.
La iluminación atípica de las puertas es el estímulo que, sacando del anonimato la compleja realidad socio-espacial del lugar, provoca una situación excepcional en la que los límites entre los espacios que pertenecen a cada cual se diluyen y redibujan. Todos y cada uno de los participantes son los dueños (y también los responsables) de esta gran casa distribuida, mucho mayor que la suma de sus partes. La intervención ha contribuido a estimular las relaciones entre los grupos, surgiendo iniciativas conjuntas, entre otras, compartir la infraestructura espacial con las asociaciones que no tienen local. También han decidido crear una casita invernadero en el jardín del Colegio Buenavista. El invernadero reciclará la estructura metálica de la intervención, guardando así su memoria.
¡Gracias!
Sacar adelante la intervención ha sido un esfuerzo grande por parte de todos los involucrados, y desde aquí quiero dar las gracias una vez más a todos y todas por su entrega y esfuerzo. El objetivo fue ambicioso, contamos con poco tiempo para llevarlo a cabo y muy limitados recursos. En el proceso surgieron numerosas dificultades, malentendidos y conflictos; algunas cosas salieron de maravilla, otras no fueron como esperábamos. La intervención ha sido para todos una experiencia intensa y una oportunidad de aprendizaje, y lo más importante, conseguimos trabajar y celebrar juntos, reforzar una ruta de actividad colaborativa. Extiendo mi agradecimientoal equipo de El Mandaíto, de Surnames y a los compañeros de Luces de Barrio, y sobre todo a Sebastián de Alba y el equipo de su taller. Con ellos y unas unas imágenes del making off nos despedimos…
¡Hasta pronto!
Fdo. Paula V. Álvarez.